Cuentan que
en la Sierra de San Andrés vivía un cocodrilo que sembraba el terror de los
campesinos del lugar. Todos decían que era muy complicado cazarle porque pasaba
desapercibido al camuflarse con el paisaje.
Fueron
varias las cuadrillas de campesinos que salieron para dar caza al terrible monstruo,
pero fracasaron en su intento. Viendo las autoridades del lugar que la
situación cada vez era más insostenible decidieron tomar cartas en el asunto.
Uno de los Corregidores pensó en uno
de los prisioneros que estaba en la cárcel de Toledo, era famoso
por su valor, por sus desafíos y sus duelos. Al prisionero se le ofreció la
libertad a cambio de matar al lagarto y el joven no se lo pensó dos veces. El
prisionero fue en busca del cocodrilo, le lanzó un dardo en la garganta del
animal y le clavó una pica traspasándolo de lado a lado, matándolo en el
acto.
Todo el pueblo
le vitoreó como a un héroe y el alcalde mandó
disecar al cocodrilo de 5 metros y colgarlo en la pared de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción donde hoy en día podemos verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario