miércoles, 25 de octubre de 2017

El Tormo Alto (Cuenca)

Una de las muchas leyendas que todavía se comentan, versa sobre el Tormo Alto, esa sublime figura que parece más bien el resultado de un acto de brujería, en donde se juega con el equilibrio y alguna que otra ley física, considerado como la tumba de aquel pastor lusitano que recorrió a lo largo y a lo ancho la Celtiberia: Viriato.
Se dice que cuando un grupo de hombres de nuestra Serranía descubrió por primera vez el Tormo Alto quedaron ensimismados creyendo que se trataba de algo mágico, y le bautizaron con el nombre de LA ESFINGE. Pues servía para orientar a los que transitaban por la Ciudad Encantada, decían unos, y para otros representaba la imagen de un dios de pueblos antiguos, posiblemente desde la época de los griegos. Hay también quien dice que era la representación de una diosa lunar que llegó a castigar a los maridos que no eran fieles a sus esposas, convirtiéndoles en piedras de formas extrañas.
Cuando aquel pastor lusitano, para otros un bandido, llamado Viriato, había infringido muchas derrotas a las legiones romanas, vino a ocupar Segóbriga, recorriendo casi toda nuestra provincia, parece ser que llegó a enamorarse de una bella mujer conquense. Siempre iba a visitarla a su casa llegaba rodeado de un numeroso grupo de hombres de confianza, ya que no se fiaba de nadie, pues sabía que los romanos intentaban darle muerte al precio que fuese preciso pagar.
Como esa bella joven vivía en el centro del pueblo se situaban varios de sus guerreros vigilando todas las calles que daban al lugar de donde se encontraba Viriato, el resto rodeaba el pueblo para que nadie entrase ni saliese sin ser controlado por ellos. Siempre procuraba estar en alguno de los campamentos más cercanos al pueblo de su amada, puesto que al no encontrarse de campaña solía visitarla casi todos los días. A veces se pasaba largas temporadas sin aparecer por allí, y contaban que varias ocasiones, al ser herido, tuvo que ser visitado por ella en su propio campamento.

   En una época en la que los romanos le atacaban continuamente resultó herido en una operación de limpieza que había desarrollado con un gran grupo de hombres por el sistema de guerra de guerrillas. Por tal motivo la joven conquense iba con frecuencia a verle, para ello Viriato mandaba una patrulla de soldados al frente de la cual solía ir uno de sus hombres de confianza con objeto de acompañarla tanto a la ida como a la venida. Pero en una ocasión cuando regresaba de verle, fueron atacados por un nutrido grupo de soldados romanos que sabían de esta circunstancia e intentaban por todos los medios apoderarse de la joven para tener maniatado al peligroso y escurridizo caudillo lusitano.

   Aunque le tendieron una emboscada, el capitán que mandaba la patrulla supo dar buena cuenta de los atacantes al situar a sus hombres, todos perfectamente preparados para la guerra, en una ladera bien nutrida de pinos y carrascas. Allí aguantaron la embestida de los romanos, dejándoles adentrarse en aquel bosque envolviéndoles en una bolsa hacha por sus guerreros para atacarles por todas partes a la vez. Aquello que podía haber sido una matanza para los hombres de Viriato y el rapto de su amada, terminó siendo otro severo castigo para aquel ejército invasor a base de acciones sueltas como aquella.

   Al parecer, en otra de las visitas llevadas a cabo por la joven, ambos pasearon por la Ciudad Encantada a lo largo de varias horas, permaneciendo a la sombra del Tormo Alto la mayor parte del tiempo. Y según se dice en la leyenda, Viriato dijo a su amada que si muriese en acción de guerra le gustaría que incinerasen su cuerpo en aquel lugar tan bello que la madre naturaleza había creado: el Tormo Alto. Caso de morir por muerte natural le pidió que lo enterrasen bajo aquella figura que para él representaba a su dios al que tantas veces se encomendaba allí mismo.

   Dado que aquella noche los soldados de Viriato iban a celebrar una de sus últimas victorias sobre los romanos, éste pidió a la joven que se quedase a contemplar la fiesta que tenían preparada, ya que esto lo solían hacer en las noches de luna llena. Aunque el caudillo estaba herido se celebraría este festejo al estilo que el pueblo celtíbero tenía por constumbre hacerlo, con la diferencia de que allí no bailarían en familia a las puertas de sus casas, sino que lo harían los soldados. Tampoco sacrificarían víctimas humanas, en su lugar tenían preparados unos corderos y unas ovejas que desempeñarían la misma función.

   Previamente, un grupo de guerreros preparó una fogata en el centro del campamento, empleando para ello madera de carrasca y pino además de abundantes ramas secas, dando un aspecto fantasmagórico a aquel singular rincón de la Serranía conquense.

   Como el Tormo Alto se encontraba en el mismo campamento en donde se preparaba la fiesta, un grupo de soldados bailaron su danza típica alrededor de " La Esfinge", cuyos gritos y gestos enardecían a todos los presentes. A continuación sacrificaron ante el Tormo las ovejas y corderos que después serian para que todos comiesen a lo largo de la noche, ya que solía prolongarse hasta el amanecer.

   Una vez recuperado Viriato continuó sus acciones guerreras realizando a veces prolongadas salidas, pero nunca se olvidaba de su joven amada, regresando a su lado cuantas veces le era posible. Pero cada vez tenía más enemigos, no sólo ante los romanos sino entre los mismos suyos, muchos le envidiaban y él lo sabía, por lo que debía estar en estado de alerta continuamente. En una gran parte de la Celtiberia derrotó a sus enemigos en múltiples ocasiones, motivo por el que preocupaba este personaje cuyo nombre causaba pavor en los ejércitos enemigos. Parece que hubo consignas del alto mando para que terminasen con él costase lo que costase.

   Un día, tres de sus capitanes, se vendieron por unas monedas asesinado a su jefe mientras dormía en su tienda del campamento. Pronto corrió la noticia como un reguero de pólvora y cuando los Celtíberos vieron muerto a Viriato, al que bautizaron como Caudillo de las libertades ibéricas, en aquel pintoresco lugar de los riscos de Villacabra, en pleno Señorío de Molina, se apresuraron a recoger el cuerpo inerte y ensangrentado de su jefe para evitar pudiese ser profanado por sus incontables enemigos. Inmediatamente comunicaron a la amada la triste noticia acompañándola hasta el mismo pie del Tormo Alto en donde tenían el cuerpo del querido caudillo y jefe.

   No resultó tarea fácil subir su pesado cuerpo a la cima de La Esfinge, pero una vez allí fue rodeado de tomillo y mejorana, siendo incinerado mientras sus guerreros danzaban alrededor de aquella tumba considerada la más bella que jamás haya habido en toda la tierra. Su amada alzaba la vista hacia aquellas llamas que encerraban el amor de su vida y lo diluían poco a poco hasta hacerlo desaparecer.

   Terminaron de recoger sus cenizas cuando ya llegaba el nuevo día fueron esparciendo por toda aquella zona de la Ciudad Encantada en donde uno de sus campamentos estuvo instalado muchos años. La encargada de aquella misión fue la joven conquense, puesto que había sido lo pactado con aquel hombre que aún habiendo sido un humilde pastor llegó a ser uno de los personajes más famosos de su tiempo y de la Historia de España.

   Continua diciéndonos la leyenda que durante bastantes años, una noche a la semana se podían comtemplar desde lejos la misma imagen que se vivió aquella del crematorio, escena que impresionaba a todo aquel que llegó a verla. Pero lo más curioso era que si se encontraban junto al Tormo Alto no apreciaban absolutamente nada.

Fue un misterio que jamás supo descifrar ninguna mente humana.


También llegaron a oír el murmullo de las danzas que sus guerreros le hicieron durante algún tiempo, así como los sollozos de aquella mujer conquense que amó a Viriato hasta después de su muerte y de la que nunca más se supo. Aunque se dice que alguien la vio un día en la cima del Tormo Alto alzando los brazos al infinito y pronunciando a grandes gritos el nombre de aquel pastor lusitano que había llenado su corazón de gozo.

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