viernes, 25 de mayo de 2018

El dragón del Sequillo (Villafrades de Campos, Valladolid)


Una vieja leyenda de las muchas que se cuentan sobre los ríos campesinos y los misterios de los monstruos que habitan en su fondo es esta historia o fábula del dragón del río Sequillo que vivía escondido entre el lodo de su lecho y tenía atemorizados a los habitantes de los pueblos de su margen con sus aullidos.
 Dicen que cuando se acomete la construcción de la Iglesia de Santa María de Rioseco noche tras noche el monstruo, que llegaba por las aguas del río Sequillo, arruinaba lo que se había hecho el día anterior ante la desesperación de los riosecanos. Con el fin de acabar con el temido dragón los pueblos que sufrían las consecuencias de su ira deciden dar una recompensa a aquella persona que consiga acabar con él, ofreciéndose para ello voluntario un preso que cumplía pena en la cárcel de Rioseco a cambio de su libertad.
El preso agudizando su ingenio decide fabricarse un escudo con un espejo donde se reflejara la imagen del dragón al que pretendía matar. Al llegar frente al monstruo, éste ve reflejado en el espejo otro animal de la misma especie y se prepara para atacarlo abriendo sus enormes fauces, es el momento que el preso aprovecha para atacarle con su lanza, que tenía escondida tras el espejo, y atravesándole con ella consigue dar muerte a la temida bestia. Los pueblos felicitan y vitorean tal gesta al verse libres de las garras del temido monstruo y ponen en libertad al soldado preso que consiguió la hazaña.
Otra versión de esta fábula dice que el cocodrilo lo soltaron los franceses durante la guerra de la Independencia para amedrentar a las gentes que temerosas al ver semejante bicho tan enorme navegando por las aguas del Sequillo accedían sumisamente a cualquier imposición o petición de los soldados franceses. También hablan de un simple lagarto que podría tratarse de una piel que enviase un exvoto riosecano desde las américas y hoy se puede ver en la Iglesia riosecana, donde en el dintel de su puerta cuelga la piel del lagarto del que se habla en esta leyenda.
 Lo cierto es que de siempre se ha oído decir a nuestras abuelas que el alma del citado monstruo aún sigue viva y habita en el fondo del Sequillo a la que responsabilizaban de las continuas catástrofes a las que sometía a los pueblos de la fábula con sus temidas riadas que ferozmente arruinaba sus casas como antes destruyera la construcción de la iglesia riosecana.

Cartel

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