La
leyenda puede ser real o no, pero lo que sí es cierto es que en 1905, en el
pequeño pueblo de Velliza situado a 31 kilómetros de Pollos, había nacido otro Felipe, de
apellido Diente. Este buen hombre, ya joven y meritorio, se desplazó a Pollos para asistir a la boda de
un familiar; allí fue donde conoció a la joven Aurelia, moza pollera aficionada
a los sombreros e hija de labrador que en ocho meses se iba a convertir en la
mujer del herrero del pueblo.
Felipe
se afincó en Pollos, donde
montó su negocio en el mismo lugar que hoy ocupa la casa rural. Y rodeado de
tenazas, yunques, mazas, tajaderas y todas las herramientas propias de este
oficio, Felipe tuvo seis hijos, dos de los cuales continuaron su
profesión.
A
veces, cuando estés descansando en cualquiera de las acogedoras habitaciones de
la Casa, no te extrañe escuchar el sonido del fuelle aplanando el metal, en el
moldeo de las herramientas que Felipe, nuestro herrero, fabricaba con tanto
esmero.
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