La
“Picota”, ¿hay quién conozca algo de esta Fortaleza? yo no creo que en España
haya persona que sepa lo que fue en su nacimiento esta obra de defensa. No hay
historia de mi pueblo conocida hasta la fecha por la que pueda saberse cual
fuera el origen de ella, en qué año fue construida y objeto de su existencia;
yo lo se por un milagro que me produjo extrañeza. ¿Fue sueño, o fue realidad?;
no lo sé, mas tengo idea de que este raro suceso ocurrió de esta manera. Un
moro de negras barbas venido de luengas tierras, que habla mal el castellano y
que se explica por señas, cuando yo estaba durmiendo se acercó a mi cabecera,
dio un respiro, roncó fuerte y me habló de esta manera. Hace siglos, muchos
siglos que los moros y los persas, los chinos los almogávares, los romanos y
los celtas venían a Villafrades en busca de algunas hierbas medicinales, que
sólo se daban en vuestra Eras, y tenían la virtud de prolongar la existencia
muchos siglos; tantos, tantos, que hacían la vida eterna. Para conseguir su
objeto encontraban resistencia en las gentes de este pueblo; y recurriendo a la
fuerza traían grandes escuadras de buques de gran potencia, y ejércitos
poderosos con armas de aquellas épocas. Llegaban a Rioseco que en aquellos
tiempos era puerto de mar: sigilosos levantaban las compuertas del caudaloso
Sequillo, que era un mar en esas fechas; seguían aguas arriba llegaban hasta la
Vega, desembarcaban sus tropas, y en menos de que se cuenta entre tirios y
troyanos comenzaban la contienda. Los hombres de Villafrades no toleraban
afrentas porque a nobleza y valor no hay quien les gane y les venza, y con
cemento y con hierro, con acero y dura piedra habían ya construido la “Picota”
– Fortaleza con muros de acero y bronce de colosal resistencia. Tenían
artillería muy potente, del cuarenta, y con alma y gran coraje, con corazón y
fiereza con el alma castellana que lucha por causas buenas, a pique echaban sus
barcos cual si de tablilla fueran, y a pique echaban su ejército que no volvía
a sus tierras. ¿Qué hacer de tantos cadáveres si ninguno de ellos era
cristiano?, ¿qué sepultura se iba a dar a tales fuerzas que yacían insepultas
apiladas en las Eras?. La Providencia es muy sabia, y con la intervención de
ella, aquel río melindroso del que algunos hacen muecas, pero que era en esos
tiempos navegable hasta la Vega, se desbordaba iracundo con ímpetu de tragedia,
arrollador, tumultuoso, y hacía la gran limpieza llevándose los cadáveres hasta
el mar de “onde” vinieran. Gracias, pues, a la “Picota”, a ese muro –
Fortaleza, Villafrades se vio libre de invasiones como aquellas; y desde
entonces no han vuelto más escuadras forasteras ni ejércitos invasores a turbar
vuestra existencia! Esto me dijo aquel moro; la historia no se si es cierta;
pero lo que se de fijo es que la “Picota” aún queda en pie, algo envejecida,
pero escultural y esbelta, con aire de rascacielos o de Torre Eiffel modesta,
dando sombra en el verano, guardando enseres de la Era como trillos, bieldos,
garios, palas, horcas y colleras. Unos ratones enanos metidos entre las piedras
de aquellos pesados trillos, guardan esa Fortaleza hasta que venga el verano
que se abran aquellas puertas y den entrada a la vida del campo en aquellas
Eras. … ¿Creéis que es cierta esta historia que me contó el moro – celta?: yo
aquí me lavo las manos limpias de culpa y penas; ¿pero es qué muchas historias
que andan por el mundo impresas con firmas de relumbrón, y se tienen por
auténticas, han de merecer más crédito y se más exactas que ésta? ¿Y cuáles son
las más verídicas?; ¿las que se escriben a ciegas escudados solamente en lo que
algunos nos cuentan, o estas otras que se viven cuando durmiendo se sueña? Pues
en estas circunstancias benditos sueños sean, que los sueños, sueños son como
dijo un gran poeta y si esta historia es un sueño el contarlo, ¿qué me cuesta?;
¿dos cuartillas de papel…? pues ya está; contado queda..
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