jueves, 17 de mayo de 2018

La descuartizadora del Portillo (Portillo, Valladolid)


fue en mayo de 1975 (pocos meses antes de que muriera el innombrable), así que, echando ahora cuentas, yo tenía entonces 9 años... pero recuerdo perfectamente el shock que me produjo, a mí y al resto de la ciudad, y cómo aquella macabra historia se convirtió inmediatamente en leyenda urbana... Covadonga Sobrino: la descuartizadora del Portillo... todavía sigue en pie, al borde de la carretera y cerrada desde entonces, la casa donde todo ocurrió, un bar de picoteo y alterne llamado ¡Ay!, en la salida de León hacia Valladolid... cuántas veces les oí contar a mis padres, al pasar frente a ella en coche, aquella terrible historia... un crimen pasional, un hombre violento, una mujer maltratada, una discusión y varios hachazos, un paisano que buscando en el bosque caracoles encuentra las piernas del cadáver y otro que días después descubre uno de los dos brazos (del otro, dicen que tatuado, nunca se supo), el torso y la cabeza (que según la prensa, le trajo uno de sus perros en la boca)... y a partir de ahí, al identificar la policía a la víctima (parece ser que por la hebilla del cinturón), Carlos Fernández Guisuraga, la reconstrucción de los hechos: el crimen en el mesón por la noche, el descuartizamiento en la cocina y la dispersión posterior de los restos... y la leyenda urbana añadida: que la asesina había dado de tapa a los parroquianos del bar carne de la víctima cocinada (dicen que del brazo tatuado)... todo lo cual se me quedó grabado en la memoria a fuego, y aún hoy, 38 años después, me estremezco cada vez que subo la cuesta del Portillo y veo, medio derruida y devorada por la maleza, esa casona abandonada, terror de mi infancia, abono para mis pesadillas...


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