Nos
hallamos ante la ermita que también se conoce como Virgen de Fuenlabradilla
(patrona de San Miguel) o ermita de las Huelgas, como el nombre del valle que
nos ha traído hasta aquí. No debe darnos temor introducirnos en lo que queda de
esta enigmática construcción a la que, incluso, se le ha atribuido presencia
templaria. Además, Don Exiquio, culto e hijo del pueblo emigrado a Madrid
y que compró la ermita, informó sobre el magnetismo del enclave, advirtiendo
que podía ser un buen lugar para el estudio de fenómenos paranormales. Y es
gracias al empeño que puso Don Exiquio, en colaboración con voluntarios del
municipio, el que aún se conserve la espadaña y que el resto de las construcciones
no se hayan venido abajo irremediablemente.
Poco
o casi nada se sabe de esta ermita, iglesia cisterciense con elementos
arquitectónicos del siglo XI. Predomina la arquitectura románica, con
posteriores elementos góticos, y una sobria espadaña que alojaba las campanas
mira hacia el valle, hacia San Miguel. Un estudio dirigido por Mª Soledad
Parrado Cuesta en 1996, no hace sino abundar en un terreno de hipótesis,
pues “el vacío de documentación que poseemos”, dice la autora, “dificulta
enormemente las labores de investigación sobre los hechos concretos que dieron
lugar al levantamiento de la construcción y su posterior abandono”.
En
cualquier caso, es imprescindible demorarse rodeando los restos de esta vieja
construcción de la que sabemos que el siglo XVIII aún un ermitaño cuidaba de la
ermita.
Por
su entorno, tradicionalmente se recogían hierbas medicinales; y para
mayor misterio del lugar se sabe de la existencia de un pequeño tesoro que se
encontró a finales del XVIII, tal como ha relatado Carlos Arranz Santos, investigador
e historiador.
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