Hay
fenómenos en torno al corazón de carácter milagroso ya desde la última década
del siglo XVI (a los que no necesariamente estamos obligados a prestar fe) y
hay otras explicaciones legendarias posteriores que son puro artificio de la
imaginación y que tratan de cubrir vacíos o silencios adonde no llegó la
historia o la hagiografía y que el pueblo devoto tenía necesidad de colmar.
Tenemos una gran fortuna documental en torno a las reliquias teresianas, con
abundantes noticias dentro de los procesos de beatificación ya publicados en
la Biblioteca Mística Carmelitana (=
BMC), como también en las primeras biografías impresas y en otros documentos de
archivo poco conocidos. En esta ocasión –para conmemorar las fiestas albenses
de verano- quiero recordar algunos hechos.
- El aroma u olor especial que ya en la
misma fecha de muerte y entierro advierten que emana del cadáver teresiano
(1582), se traslada también a cuantos miembros y trozos de carne se
separan de él, como también a objetos con ella relacionados. El capellán de
las monjas carmelitas de Alba, Pablo González, atestiguaba (13.5.1610) que
corazón y brazo estaban guardados en ambos relicarios de plata, pero
que ha advertido y notado, que el olor del corazón es más
encendido y acentuado que el del brazo (BMC 20, 245). Pero
incluso ha percibido un fenómeno un tanto extraño por lo que toca al viril
de cristal que lo contiene: por la parte que el corazón no llega a
la vidriera, la vidriera está sana, y por la otra, que es fuerza que
llegue al mismo corazón, al improviso que llega quiebra y salta la
vidriera, como lo han hecho dos o tres vidrieras que se la han puesto (Ibid.,
p. 246). No es el único que ha recordado esta rotura o explosión de aquel
vidrio que preserva a la víscera del exterior, como si ésta tuviera
todavía fuerza o cierto impulso al que no resiste cualquier medio.
Por
las mismas fechas (4.5.1610), Inés de Jesús, monja carmelita atestigua otro
fenómeno semejante, pero que le ha sucedido en sus propias manos, claro índice
de la facilidad con que entonces se podía manipular la reliquia antes de ser
beatificada la Santa. La monja tenía sus dudas acerca de la veracidad de la
reliquia, si realmente se trataba del corazón de la madre Teresa, incluso si no
fuera otra víscera interior y no precisamente el corazón. Y advierte: esta
testigo sintió en su propia mano derecha con que tenía asido el dicho santo
corazón unas intercadencias, como que la daban pulsadas en la misma mano con
que lo tenía apretado, y tan notablemente, que le causó a esta testigo
movimiento interior. Y por certificarse esta testigo de lo susodicho, quitó el
dicho santo corazón de la mano derecha en que lo tenía poniéndolo en otra
parte, y volvió esta testigo a acercar el puño de la misma mano en que lo había
tenido, para ver si volvía a hacer su mano la misma operación que antes, en
darle las dichas pulsadas y movimiento interior referido, que no hizo; en lo
cual sintió esta testigo en sí, y quedó muy satisfecha ser verdaderamente el
mismo corazón del cuerpo de la dicha santa Madre Teresa de Jesús… (BMC 20,
186).
Este
halo sobrenatural en torno a la reliquia no se perdió, irá creciendo y hasta se
complementará o ampliará con otras referencias no menos extrañas. Ya en el
mismo siglo XVII se advirtieron unas apariciones especiales (el Ecce homo y la
misma Santa Teresa) en la reliquia que gozó el mismísimo General de la Orden,
Jerónimo de la Concepción (20.7.1650); otras apariciones ocurren entre el 23 y
24 de abril de 1665 (Andrés de la Encarnación, Memorias historiales II,
p. 83).
- La leyenda más extravagante fue
aquella que se impuso acerca de la extracción del corazón, con tanto éxito
y raigambre, que no era raro oírla todavía no hace mucho tiempo a más de
una persona en Alba de Tormes. Parece ser que el primero que la difundió
fue el teólogo carmelita francés Felipe de la SS. Trinidad en su famosa
obra Mystica Theologia, Pars III, tratactus III, artículo 8. Y
esto tiene su explicación. Puesto que no se hizo acta oficial de la
extracción del corazón en 1592 (todavía no se ha encontrado este documento
notarial, tampoco las actas del proceso informativo; nadie las cita), no
hay una documentación histórica directa del hecho, por lo que esta versión
de los hechos es pura invención –seguramente transmitida por vía oral- y
que debe haber surgido en círculos albenses cercanos al convento carmelita
y desde allí se ha difundido por otros ambientes. Se consolidará sobre
todo en el siglo XIX.
La
leyenda en cuestión afirma sin más que la extracción del corazón fue obra de
una monja lega que, a modo de hurto sagrado, por su propia cuenta y sin decirlo
a nadie extrajo el corazón con un cuchillo (sería la cocinera del convento?) y,
además, lo tuvo escondido por mucho tiempo en su propia celda hasta que no pudo
evitar el sacarlo a la luz y dar a conocer a sus hermanas la fechoría llevada a
cabo. Hasta se le concede a tal monja el nombre de María de la Asunción.
Incluso se redondea el relato afirmando que si lo pasó por el fuego y la
sartén… Algo del todo macabro!
A
imprenta encontramos esta versión, con matices, en una obra de Nemesio
Cardellac publicada en 1876: Movida una hermana lega con especial y
grande impulso del Señor, y sin saberlo las demás religiosas, fue armada de un
cuchillo a la preciosa caja en que estaba depositado el santo cuerpo, y con más
amor que destreza abrió brecha en aquel pecho virginal, y con un valor
sobrehumano le arrancó ese bendito y privilegiado corazón en cuya vista y
posesión tanto nos gozamos, y que tantos alientos presta al alma.
Viéndose
ya la hermana con el corazón de la Santa en las manos, le colocó entre dos
platos de madera, y lo llevó a su celda; por donde la hermana pasaba con el
santo corazón iba derramando sangre fresca, y un olor tan celestial se esparció
por toda la casa, que todas las monjas acudieron al sitio en que la hermana lo
tenía escondido.
Temerosas
las monjas del hecho dieron cuenta a los prelados que sintieron mucho el arrojo
de la hermana, y dicen la penitenciaron y la mandaron a otro convento de la
Orden. (Texto de Cardellac reproducido en J. de
Lamano, Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes, Salamanca 1915, p.
355).
Puede
ser que la historia legendaria –como decíamos- haya partido del mismo convento
de las carmelitas, que en el siglo XIX ya no sabían ni les constaba lo que
realmente había sucedido a finales del siglo XVI, pero que no acababan de estar
convencidas de esa tradición, a juzgar por lo que escribe la priora al
Procurador general de la Orden del Carmen en Roma, justo un año antes de que
saliera el libro de Nemesio Cardellac, del que hablaremos después: También
le remito a Vuestra Reverencia una copia (que la Madre Josefa Ignacia me
sacará) de la tradición que lleva esta santa casa de cómo sacaron el corazón de
Nuestra Santa Madre de su cuerpo, para que la sepa Vuestra Reverencia antes que
salga a luz. Muchos nos han preguntado esto, y unas veces decíamos no se sabía;
y a otras les decíamos la verdad de lo que sabemos por tradición, y yo creo,
Padre Nuestro, que Nuestra Santa Madre quiere se sepa para que no den crédito a
las fábulas, como dice Vuestra reverencia, que andan; y una es la de que
frieron en una sartén el Santo Corazón, aunque a nuestros oídos no ha llegado
hasta ahora (27.7.1875). El texto aquí aludido estaba inédito y ahora
lo damos a conocer por primera vez en lugar aparte. Un texto y explicación de
gran valor, porque ha salido del Carmelo de Alba de Tormes.
La
explicación, absolutamente fantástica, tuvo una difusión increíble, sobre todo
durante todo el siglo XIX, a la que prestaron atención no pocas personas,
incluso algunas de santidad relevante y hasta muy cultivadas intelectualmente.
Y es que ya se había perdido la memoria de lo sucedido en 1592 según el
testimonio de la Priora, Catalina de San Ángelo, un texto que por entonces era
inaccesible al no estar publicados los procesos de beatificación.
Esta
versión de los hechos corría por las revistas populares y devotas, las de
divulgación e incluso las carmelitanas. Uno de los personajes que más la
difundió, junto a otro fenómeno extraño, el de las espinas del corazón, fue el
religioso paúl Nemesio Cardellac en su libro de tono fantástico: Santa
Teresa de Jesús y las espinas de su corazón (Valencia 1876), un libro
que fue traducido a varias lenguas. Aquí puede estar el causante principal de
la extensión de esta visión legendaria de los hechos.
Pero
lo más serio es que hasta caló en alguna biografía teresiana muy leída en el
siglo XIX, con la particularidad de que ésta incluye un grabado a todo color,
muy expresivo, de la acción furtiva de aquella lega. Estamos hablando de
Bonifacio Moral en su Vida de Santa Teresa de Jesús para uso del pueblo (1884
y 1890, pp. 456-457), un texto muy conocido y leído todavía en el siglo XX.
También una revista de San Enrique de Ossó, el gran apóstol de Santa Teresa,
había acogido esta leyenda; nos referimos a la Revista de Santa Teresa
de Jesús (vol. 14, 1885-86, pp. 16-17), que otra revista
salmantina, La Semana Católica, trata de deshacer dentro de sus
primeras páginas con un escrito firmado por el carmelita Eliseo de Jesús (vol.
1, 1885-1886, pp. 8-10, 19-22, 35-38). Por cierto, este artículo aparece como
redactado en Alba de Tormes a fecha de 23 de diciembre de 1885. Pero la cosa,
claro está, venía de mucho antes.
Es
evidente que no todos compartían esta explicación absolutamente legendaria y de
muy mal gusto. Ya el canónigo salmantino José de Lamano había desautorizado por
completo esta versión de los hechos tratando de delimitar lo que es historia de
lo que es pura leyenda (Santa Teresa de Jesús en Alba de Tormes,
Salamanca 1914, pp. 355-356). Cuando el historiador carmelita Silverio de Santa
Teresa, años más tarde, habla de las reliquias teresianas y se encuentra con
esta leyenda (él publicó los procesos de beatificación en la Biblioteca Mística
Carmelitana y sabía de sobra el cómo y cuándo fue separado el corazón del
cuerpo), no acepta ni reproduce en su documentada Historia de la Orden
carmelitana esta versión de los hechos, y dice categóricamente: No
merecen ninguna autoridad estas palabras sobre la extracción del corazón (Historia
del Carmen descalzo 9, pp.708-709, nota 1).
Pero
la historia falsa de la lega carmelita surtió efecto y durante mucho tiempo era
la única explicación que se daba a la presencia de la reliquia del corazón de
Santa Teresa en la iglesia de las carmelitas de Alba separada del resto del cuerpo.
- Pero de más trascendencia todavía por
la repercusión que tuvo en toda España y en Europa, fue la leyenda de las
espinas del corazón de santa Teresa, un hecho insólito y extraño,
considerado como milagroso y premonitorio de catástrofes y malos augurios
de los que la Santa quería avisar. El fenómeno ocupó la mente y la
religiosidad del siglo XIX y no deja de ser causa adicional (no principal)
del renacimiento del movimiento teresiano en la segunda mitad de este
siglo.
¡Cuánta
literatura provocó este fenómeno! ¡Cuántos personajes (incluso santos) pecaron
de credulones y admitieron sin más aquello que parecía una reacción teresiana
ante las calamidades de los tiempos modernos! No podemos dejar de ver incluso
ciertos ribetes políticos. Pero gracias a él Alba de Tormes resonó por tantas
partes del mundo en ese siglo.
Espero
poder publicar un largo estudio sobre el asunto de las espinas del corazón
teresiano en el que reproduzco cuanta documentación he encontrado, que es mucha
y de primera mano. Ahora ofrezco nada más una síntesis apretada de mis
conclusiones.
La
parte más interesante de este affaire ocurrió entre 1875-1876,
pero la cosa venía muy de atrás; comienza el fenómeno justo el año de la
exclaustración (1836) y desamortización religiosa en España, cuando una
religiosa del Carmelo de Alba advierte –dice- la presencia de dos espinas
dentro del fanal cristalino de la reliquia del corazón. El hecho llama la
atención, pero no se le presta tanta fe, hasta el punto que la misma priora del
monasterio albense de entonces es abiertamente contraria a ver algo especial en
ello (9.7.1843): Parece que se han dedicado a esparcir noticias de la
Santa, sin pies ni cabeza. Escriben de las Andalucías, de Murcia, Valladolid,
Francia, Italia, ecc., para que los aseguremos de mil bobadas que dicen (en
cada parte distintas) se advierten en el santo corazón: unos lo dicen de un
modo, y otros de otro; y nada es cierto (Acta S. Teresiae,
Bruxellis 1845, nº 1450, p. 324). Esta posición negativa de la priora albense
dada a conocer por los famosos estudiosos belgas de la hagiografía cristiana,
los Bolandistas, va a causar después problemas al convento que, al contrario,
ahora se posiciona como partidario de lo extraordinario del fenómeno.
La
comunidad vuelve a descubrir años después una tercera espina, precisamente en
la fiesta de la Transverberación (27.8.1864), lo que va haciendo un ambiente
favorable hacia este hecho tan extraño que requiere incluso un examen médico.
El 1º dictamen médico sobre las espinas del corazón, a ruegos de la comunidad,
se hace en 1870. No se olvide la situación política española: es el año de la
revolución de septiembre en que Isabel II viene destronada. Pero ya trasciende
hacia afuera, y la devoción teresiana tiene sus exigencias, por lo que también
se edita un grabado del corazón “espinado” en Francia, con la autorización de
la priora albense y del obispo salmantino. Y es que el episcopado salmantino de
entonces va a tener un rol importante en el tema, coincidiendo con 3 obispos de
la época: Joaquín Lluch i Garriga, luego cardenal (1868-1874), Narciso Martínez
Izquierdo (1874-1885) y Tomás Cámara y Castro (1885-1904).
El
asunto se va complicando cada vez más por la repercusión internacional que
tiene; llega hasta la misma Roma, y entonces se impone el planteamiento de un
verdadero proceso médico y jurídico que dictaminase de acuerdo a la ciencia el
carácter del fenómeno de las espinas. Sólo así la Iglesia podría tomar posición
respecto al extraño fenómeno. El obispo salmantino pide en 1872 un 2º informe
médico y el año siguiente se abre lo que pudiéramos considerar como el proceso
oficial de las espinas, también bajo la autoridad diocesana salmantina,
volviendo a hacerse otros dos exámenes médicos (1873 y1874). Todo este material
es enviado a Roma por mediación de la casa generalicia de la Orden carmelitana
(1874), que sí lo debió entregar al Vaticano y de donde nunca llegó respuesta
alguna.
Muchas
personas autorizadas prestaron fe a su carácter milagroso y tomaron partido;
los médicos, para no comprometerse, hablaban de excrecencias vegetales más que
de espinas y evitaban el adjetivo de hecho milagroso, prefiriendo hablar de un
prodigio extraño, admirable, aunque no eluden el título de sobrenatural. La
Iglesia oficial, con muy buen criterio, nunca tomó una posición clara y
favorable en el asunto, más bien se mantuvo fría y distante.
Quien
se rebeló ante esta indeterminación y toma de postura vaga, poco clara, fue el
ya citado religioso paúl Nemesio Cardellac que, por encargo del mismo obispo
salmantino, examinó de cerca el corazón, incluso con aparatos científicos de la
época, y emitió un dictamen mucho más favorable al carácter milagroso de las
espinas que el dictamen de los médicos. Todo ello luego saldría publicado en un
libro que en aquel momento tuvo un enorme éxito: Santa Teresa y las
espinas de su corazón (Valencia 1876), donde hasta se editaban
grabados del corazón rodeado de las famosas espinas. Hay que decir que este
religioso fue el que por aquellos mismos años visitaba Alba frecuentemente con
ocasión de la fundación de las Hermanas de la Caridad en el Hospital de
beneficencia de la villa. La priora de Alba nos da este juicio sobre este
personaje, el que más influyó en todo el asunto a causa de la publicación del
libro, traducido también a otras lenguas: este Señor ha entrado en la
clausura por mandado del Señor Obispo a reconocer con detención las espinas,
como lo hizo, y según nos ha dicho, piensa escribir sobre ello, y entonces es
fácil tome alguna resolución el Señor Obispo. Este Señor que digo, está cada
vez más admirado del prodigio y, a su parecer, las espinas salen del mismo
Corazón. Ya procuraré nos saque una copia de lo que escriba para mandársela a Vuestra
Reverencia. Parece un santo este Señor, y hacen muchísimo fruto sus misiones en
esta Villa; en todos los sermones –dicen- sacan a Nuestra Santa Madre Teresa;
están con él otros tres Padres (30.4.1875).
Mientras
que años después, el canónigo salmantino José de Lamano, con más aplomo y
sensatez, hacía este juicio crítico sobre el famoso libro de Cardellac: Casi
todo el libro del Sr. Cardellac se ocupa en estudiar este asunto. ¡Lástima de
tiempo y de ingenio tan infructuosamente gastados! (Santa Teresa de
Jesús en Alba de Tormes, 1914, p. 359, nota 1).
Pues
bien, nunca se dio una solución, ni positiva ni negativa, por parte de Roma a
este asunto, aunque seguía llamando la atención y hasta favorecía las
peregrinaciones a Alba como constataba una priora de aquel tiempo: Ayer
concluimos la solemne octava de Nuestra Santa Madre Teresa, que ha estado más
concurrida que nunca; llueven los devotos de la Santa, y con motivo de las
espinas, todos reparan mucho más que antes [en] el Santo Corazón. Por este
asunto nada tengo que decir a Vuestra Reverencia, ni nada sé, mientras que la
Curia Eclesiástica va tan despacio en este asunto; todo el mundo está lleno de
las espinas, yo no sé cómo es esto; querrá la Santa manifestarlo (23.10.1873).
El
caso siguió pendiente hasta la última década del siglo XIX, cuando el obispo
salmantino P. Cámara, con mentalidad mucho más moderna y distante, quiere
intervenir y solucionar un asunto que no le parecía sobrenatural, sino más bien
explicable por motivos naturales, y que pesaba como una losa –seguramente hasta
con tintes negativos- sobre la devoción teresiana. El 1 de septiembre de 1898
se presentó en el convento de las carmelitas de Alba, solicitó traer al
locutorio el relicario del corazón y, ante la presencia de personas autorizadas,
limpió todo el fanal y hasta la misma víscera del polvo que tenía depositado
desde siglos, dejando claro que no eran espinas, sino efectos de ese polvo
acumulado en el fondo del relicario. La carta o acta en que explica esta
operación de limpieza se puede leer en el boletín oficial de la diócesis (vol.
45, 1898, pp. 303-306) y, por si acaso, el polvo extraído y las excrecencias o
pretendidas espinas se los llevó consigo en una caja de plata. Así, del modo
más sencillo, se dio carpetazo al affaire teresiano del siglo
XIX que tanta tinta había hecho correr y tantas mentes había obnubilado.
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