miércoles, 27 de diciembre de 2017

El castillo de fantasmas (San Martín de Valdeiglesias, Madrid)

Parece como si la maldición arrancase ya con el primer propietario, Don Alvaro de Luna. Pese a ser noble y un personaje destacado en su época, acabó siendo decapitado en 1453.
La mayoría de las personas que han ocupado este lugar no han tenido una existencia muy feliz y además, las extravagancias en su comportamiento eran notables. Por ejemplo, uno de los antiguos propietarios del castillo, tuvo la desgracia de que sus hermanos fueran  asesinados ¿Qué imagináis que hizo el dueño de La Coracera en este caso?  Pues construyó una capilla y enterró a sus hermanos en las paredes.
Pero el que más nos llama la atención es el último propietario, Juan Fernández Ganza. Un personaje a considerar como un moderno marqués de Sade: violento, cruel y obsesionado con el ocultismo.
La influencia del castillo de la Coracera sobre este personaje ya de por sí ciertamente desequilibrado fue importante. Comenzó a tener un comportamiento aún más extraño de lo habitual. Sus mascotas por ejemplo, eran dos leones y un tigre, que no dudaba en soltar ante sus propios invitados simplemente para disfrutar de lo que él consideraba una broma.
Suponemos que estos invitados no volvieron, claro.
Tras los muros del castillo , Fernández Ganza vivió una vida llena de excentricidades macabras , donde se decía que celebraba rituales satánicos, que llevaba a cabo delitos sexuales de todo tipo y un dato curioso, es que trataba a sus trabajadores como si fuera plena edad media. Se hacía llamar Marqués del Valle y decía que no era la primera vez que él era un señor feudal. Se creía la reencarnación de un antiguo dueño del castillo. Solía pasearse por el pueblo a caballo como si fuera el dueño de todo el territorio y con una actitud que no encajaba demasiado en el siglo XX.
En cuanto a su relación con el esoterismo y las fuerzas ocultas, Juan era un gran conocedor de ellas y solía celebrar reuniones de espiritismo en el interior de su castillo.
Con el paso del tiempo, a las reuniones cada vez acudía gente más extraña y singular. A la par, Ganza también comenzó a obsesionarse con un personaje de la realeza, de la casa de los Austrias, Carlos II el Hechizado. al que, al margen de atribuirle una relación oculta con el castillo, también Juan creía contactar con su espíritu con frecuencia durante  sus sesiones de ouija.
Hasta tal punto llegó su obsesión que, en cierta forma, se creía la reencarnación de esta persona, de Carlos II el Hechizado.
Y en el pueblo de San Martín de Valdeiglesias, comenzaron los rumores y los miedos hacia estas reuniones misteriosas con personajes extraños. Se llegó a decir que si se ofendía al o se contrariaba a Juan Fernández de Ganza, una maldición caería sobre ellos.


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