Por
aquellos años, eran comunes los “autos de fe” en Toledo hacia judíos. Un grupo
de hebreos de Quintanar de la Orden, Tembleque y La Guardia habían presenciado
en la ciudad la quema en la hoguera de un grupo de judíos acusados de herejía
por la Inquisición y, muy descontentos por el horrible trato que la Inquisición
daba a los de su raza decidieron dar un castigo a los cristianos que tanto
creían en su religión y a tales extremos llegaban contra los suyos.
Entraron
en contacto con Benito de las Mesuras, judío llegado de la vecina Francia y que
ahora residía en el pueblo de La Guardia.
Éste,
que tenía conocimiento de las artes nigromantes, les afirmó que consiguiendo el
corazón de un niño cristiano y una hostia consagrada y quemándolos juntos
conseguirían unas cenizas envenenadas que siendo vertidas en las fuentes de los
cristianos causarían un daño irreparable para todos ellos.
Eligieron
a un judío llamado Juan Franco, que viajaba de pueblo en pueblo con un carro
como persona idónea para el secuestro de un niño vendiendo diferentes
mercancías y, en un viaje a Toledo, pasando por la puerta del Perdón de la
Catedral vio a un niño de corta edad que, junto a su madre, pedía limosna.
Ofreciendo diferentes objetos y dulces al niño, no tardó mucho en convencerle
de que subiera a su carro y marchase con él. Así lo llevó hasta Quintanar de la
Orden, donde era esperado por el resto de judíos deseosos de llevar a cabo su
malvado plan. Nadie sospechó del rastro en el pueblo, puesto que creyeron que
era hijo de Juan Franco. Poco después fue llevado al pueblo de La Guardia,
donde fue encerrado y maltratado por sus secuestradores. En una ocasión llegó a
escapar, pero al poco fue capturado por su supuesto padre.
Los
Hebreos esperaron pacientemente hasta el momento en el que creían que se había
dado muerte a Jesús de Nazaret. Para ello escogieron el día 14 de la luna de
marzo, que era aquél año 31 del mismo mes. El niño sufrió los mismos
padecimientos que los antepasados de los judíos hicieron a Cristo: escarnios,
ultrajes, bofetadas, azotes, coronación de espinas y, finalmente, una cruel
crucifixión. Todo esto sucedió a las afueras del pueblo de La Guardia, en una
cueva en la parte meridional, donde el “Santo Niño” dicen, sufrió este castigo
sin exhalar una queja ni derramar una sola lágrima…
Una
vez crucificado, recogieron su sangre. Después, con un cuchillo, uno de los
judíos hurgó en el costado derecho. Dicen que, el niño, al ver lo que le hacían
les dijo que qué buscaban. El judío respondió que el corazón, a lo que el niño,
con voz desfallecida respondió que se encontraba en el otro lado. Así murió el
niño. Según dicen también, en el momento de la muerte del niño, la madre, que
se encontraba en Toledo y era ciega, “recuperó la vista”…
El niño fue desclavado por los judíos y enterrado cerca de una ermita. Ya tenían el corazón. Para conseguir la hostia consagrada contactaron con un cristiano converso llamado Juan Gómez que a la sazón era sacristán y no tardó en conseguirla.
El niño fue desclavado por los judíos y enterrado cerca de una ermita. Ya tenían el corazón. Para conseguir la hostia consagrada contactaron con un cristiano converso llamado Juan Gómez que a la sazón era sacristán y no tardó en conseguirla.
Teniendo
ya los ingredientes de tan macabro plan, decidieron llevarlos a la Aljama Mayor
de Zamora. Allí serían asesorados sobre el hechizo por los rabinos de esta
ciudad. Quedó a cargo del viaje Benito de las Mesuras. Al llegar de camino a la
ciudad de Astorga, para no levantar sospechas, el judío se acercó como si fuera
buen cristiano a la iglesia. Pero al sacar su libro de oraciones un gran
resplandor inundó la nave de la iglesia dejando atónitos a los que allí
estaban. El judío huyó rápidamente de la iglesia, pero fue seguido por uno de
los fieles que estaban allí hasta la posada en la que se alojaba y
posteriormente fue denunciado a la Santa Inquisición.
La
Inquisición no tardó en localizar al judío en la posada y llevarlo prisionero,
donde con no pocos trabajos consiguieron, bajo tortura, arrancarle la confesión
y el nombre de sus compinches en los pueblos de Toledo.
Declaró
este dónde había ocultado las reliquias que llevaba hasta Zamora, y una vez
allí, los inquisidores se percataron del por qué del resplandor del libro. En
éste había quedado la marca del corazón, que había desaparecido, pero aún se
conservaba la hostia consagrada. Fue conservada y llevada en procesión hasta el
convento de Santo Tomás, donde se conserva en un relicario recordando con ello
el suceso. Se cuenta que en 1599, habiendo una terrible peste en Ávila, se sacó
en procesión esta Sagrada Hostia y la peste remitió.
También
fueron apresados los compañeros de Benito en La Guardia y llevados a Ávila,
donde se les puso en varias ocasiones en el tormento para que confesaran su
horrible delito. Confesado el delito, les llevaron a La Guardia para indicarles
el lugar donde habían enterrado al niño; pero aunque hubo señales de haber
estado allí, no encontraron el cuerpo, tomando el hecho como un milagro. Dicen
que, más adelante, los vecinos excavaron el lugar y encontraron el capotillo y
los calzones con los que el niño había sido enterrado.
Como
ejemplar castigo, todos los que participaron o colaboraron en este macabro
suceso fueron condenados a la hoguera. José Franco y sus cómplices, como consta
en las actas inquisitoriales, murieron quemados en Ávila el 16 de noviembre de
1491.
No hay comentarios:
Publicar un comentario