En
el extremo noroeste de la Comunidad de Madrid, allí donde se puede entrar en el
Valle Alto del Lozoya, se encuentra una población considerada muy especial por
su ubicación y los rincones que tiene en su entorno. Parece un pueblo sacado de
un cuento, a pesar de que la civilización lo va acorralando con sus
urbanizaciones y construcciones modernas. Montes y cerros recuerdan que la
riqueza ganadera de la zona se debe, tanto a su propia cabaña, como al hecho de
estar atravesado, su término municipal, por tres cañadas: la Cañada Real
Segoviana, la Cañada de la Pajarilla y la Cañada del Chaparral.
Y
también se puede apreciar numerosos surcos trazados por cordeles y veredas,
entre los que destacan, el Cordel de la Fuente, el Cordel del Horcajuelo, el
Cordel de Lozoyuela , el Cordel de los Colladilos, el Cordel de los Puentes y
la Vereda del Carril. Su origen y el de su nombre, parece, en ambos casos,
estar propiciado por el lugar que ocupa, y su relación con los accidentes
geográficos. No obstante hay una simple leyenda que vinculada ambos dos a algo
más importante. Parece ser que en esta zona hubo fuertes combates entre
cristianos y musulmanes, y que una vez que los primeros arrojaron de los
parajes a los segundos, decidieron construir allí una aldea, entre los montes que
adoptaban en el paisaje una forma de garganta, para defender la comarca de un
posible contrataque.
Y
como este no se produjo, pues el lugar se repobló con ganaderos que
aprovecharon los pastos y el agua del Lozoya. Por ello las primeras referencias
que hay de la población se encuentran en documentos que vinculan a una aldea
que tiene pastores que cuidan de ovejas merinas y que pertenece al sexmo de
Lozoya, dentro de la Comunidad de la Villa y Tierra de Segovia, al igual que
otras poblaciones próximas como El Cuadrón, San Silvestre y Canenzuela. La
creación de la Comunidad de Buitrago, hizo que todas esas aldeas pasasen a
depender de la nueva tierra. En el siglo XVI quedó despoblada San Silvestre,
pasando sus vecinos a sumarse a la población de Garganta, permaneciendo El
Cuadrón, pero como pedanía de Garganta.
En las Descripciones de Lorenzana del siglo
XVIII, encontramos una referencia a la villa que nos ocupa. En Garganta “hay
una iglesia parroquial con la advocación de san Pedro Apóstol, en la que hay una
capilla en la que se venera con mucha a Nuestra Señora baxo el título del
Prado, cuya santa imagen es tradición haberse aparecido en un sitio distante
medio cuarto de legua de esta población, donde se fabricó una capilla que hoy
se halla quasi arruinada, y por lo mismo se trasladó a esta parroquia.”
Y
precisamente de la Virgen del Prado es la leyenda que se puede relatar
vinculada a ella y a Garganta. Corría el año 1599, cuando hubo una gran
epidemia de peste en toda España, que causó muchos muertos, y que en Garganta
finalizó mucho antes que en otros pueblos próximos, y que además apenas causó
fallecimientos. Se dice que los vecinos ante la epidemia sacaron en procesión
todos los días la imagen de la Virgen del Prado pidiendo que les protegiese de
la enfermedad. Esta imagen había sido encontrada años atrás por un pastor al
que le indicó que debía construir una ermita allí donde ella había puesto sus
pies. La ermita desapareció y la imagen durante la Guerra Civil fue escondida.
Hoy en día se ha vuelto a levantar una edificación dedicada a la Virgen de los
Prados en la zona donde supuestamente se encontraba el templo originario, en
una zona conocida como Nava de la Virgen. El Romancero Popular Madrileño, tiene
para Garganta, como para tantas otras poblaciones un pequeño recuerdo “En
Canencia son toreros, Y en Garganta son espadas, Los mocitos
de El Cuadrón Gastan la fajita ancha”.
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