Les
vi llegar, como muchos otros, jugando, agarrados de la mano. Se les
oía reír. Ya era tarde y las luces del parque acababan de encenderse
y abrían la penumbra que el sol dejaba al desaparecer. Se detuvieron
en el puente, bajo la luz y entonces dejaron de reír y se miraron,
desde lejos parecía que ambos dudaban, que eran conscientes de la importancia
del momento y que el paso que iban a dar respondía a la promesa del corazón,
ese que latía tan fuerte en su pecho, tanto, que cada uno creía que el otro
sería capaz de oírlo.
En silencio fueron arrimando sus rostros, hasta besarse. beso largo con un abrazo íntimo, desde dentro. Uno de ellos se agachó y colocó algo que no llegaba a ver en la barandilla, después se volvieron ambos hacia el agua y de sus manos que mantenían juntas dejaron caer algo que no pude ver, pero que brilló antes de desaparecer en el agua, un brillo que también percibí en sus ojos cuando de nuevo se miraron.
En ese momento no pude comprender totalmente lo que habían hecho y pensé que seguro era una chiquillada ya que casi de inmediato, después de otro beso, esta vez más corto, salieron corriendo y saltando de nuevo de la mano, girando y bailando, deteniéndose y besándose cada tanto, como locos de amor... hasta desaparecer.
La curiosidad me venció y me llevó al lugar bajo la luz de la farola para intentar aclarar y comprender lo que había visto. Fue entonces cuando vi algunos candados en la barandilla, algunos con varios nombres escritos, otros con mensajes y frases cortas de amor y entonces entendí. Había presenciado desde la distancia, la leyenda de los candados, la promesa que dos chiquillos enamorados habían firmado son su corazón para siempre. Era fácil pensar que aquello que arrojaron al lago era la llave, para que su candado no fuera abierto y su promesa no se rompiera con el tiempo.
Era el lugar, era la leyenda cumplida, el puente de los enamorados, cerca de casa, en Leganés, sin tener que viajar al extranjero, el candado era fácil de conseguir y sabía los pasos que dar.... No me quedó otra que sonreír, jajaja, estaba solo y solo podía besarme a mi mismo o a la luna. jajaja.
Se hacía de noche y el fresco me acompaño a casa con las manos en los bolsillos pensando en comprar un candado, no muy grande, lo suficiente para que se vean las letras que debía pensar bien en poner, pero que no pese demasiado para llevarlo encima, no vaya a ser que la próxima vez que pase por ese puente, esa vez de tu mano, lo que me falte sea el candado.
Jajajaja, y volví a sonreír como un tonto..., como un enamorado...., mientras caminaba de camino a casa pensando en cumplir lo más pronto posible "la leyenda de los candados".
En silencio fueron arrimando sus rostros, hasta besarse. beso largo con un abrazo íntimo, desde dentro. Uno de ellos se agachó y colocó algo que no llegaba a ver en la barandilla, después se volvieron ambos hacia el agua y de sus manos que mantenían juntas dejaron caer algo que no pude ver, pero que brilló antes de desaparecer en el agua, un brillo que también percibí en sus ojos cuando de nuevo se miraron.
En ese momento no pude comprender totalmente lo que habían hecho y pensé que seguro era una chiquillada ya que casi de inmediato, después de otro beso, esta vez más corto, salieron corriendo y saltando de nuevo de la mano, girando y bailando, deteniéndose y besándose cada tanto, como locos de amor... hasta desaparecer.
La curiosidad me venció y me llevó al lugar bajo la luz de la farola para intentar aclarar y comprender lo que había visto. Fue entonces cuando vi algunos candados en la barandilla, algunos con varios nombres escritos, otros con mensajes y frases cortas de amor y entonces entendí. Había presenciado desde la distancia, la leyenda de los candados, la promesa que dos chiquillos enamorados habían firmado son su corazón para siempre. Era fácil pensar que aquello que arrojaron al lago era la llave, para que su candado no fuera abierto y su promesa no se rompiera con el tiempo.
Era el lugar, era la leyenda cumplida, el puente de los enamorados, cerca de casa, en Leganés, sin tener que viajar al extranjero, el candado era fácil de conseguir y sabía los pasos que dar.... No me quedó otra que sonreír, jajaja, estaba solo y solo podía besarme a mi mismo o a la luna. jajaja.
Se hacía de noche y el fresco me acompaño a casa con las manos en los bolsillos pensando en comprar un candado, no muy grande, lo suficiente para que se vean las letras que debía pensar bien en poner, pero que no pese demasiado para llevarlo encima, no vaya a ser que la próxima vez que pase por ese puente, esa vez de tu mano, lo que me falte sea el candado.
Jajajaja, y volví a sonreír como un tonto..., como un enamorado...., mientras caminaba de camino a casa pensando en cumplir lo más pronto posible "la leyenda de los candados".
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