viernes, 29 de diciembre de 2017

La Fantasma (Villa del Prado, Madrid)

Las viejas la llamaban la “fantasma” o también “fastasma”. El caso es que cuando a un niño desobediente se le decía que la "fantasma" venía ya por el arroyo Juanes, obedecía rápidamente metiéndose en casa. Cualquier cosa menos cruzarse con aquello.
Pero lo cierto es que aquello no era ningún cuento ni ninguna mentira. Mucha gente la había visto, cuando por la noche alguien se distraía mirando por la ventana o se asomaba a algo, veían aterrados a la fantasmagórica figura de unas sábanas moviéndose por la calle y haciendo sonidos guturales que espantaban a cualquiera.
Era allá por mediados del siglo XIX, las calles o no se iluminaban, o se ponía alguna lamparilla de aceite. En realidad, la que de verdad iluminaba Villa del Prado era la luz azul de la luna y entonces, a la fantasma se la veía de una forma más oscura y extraña. La gente cerraba las ventanas si la veía alguna vez pasar.
Una noche, allá por el año 1864 o 1865, en una casa muy antigua situada en la calle de Escalona al lado de la cuesta de los depósitos, que fue demolida en 1992; un candil lucia en una de las habitaciones. La pequeña ventana de madera estaba abierta para que pasara el fresco y asomada a ella, estaba una madre, Dª Romualda Vaquero y su hijo de pocos meses de edad, Juanín; Juan Álvarez Vaquero; que estaba en sus brazos.
La mujer, a la luz amarilla del candil, intentaba dormir al pequeño cerca de la ventana y así pasaba el rato. De pronto, se empezaron a oir pasos por la calle; y la fantasma se apareció colocándose frente a la ventana para asustar a la mujer, y así obligarla a cerrar las contraventanas a cal y canto: ...”¡Uuuuh!...”, dijo la fantasma en tono amenazador. Entonces, la madre dejó al niño en la cuna, cogió una escopeta que había en la habitación y se asomó por la ventana: "Vete de aquí ahora mismo o te pego un tiro que te dejo seco". La fantasma salió corriendo y no volvió a aparecer por allí.
Finalmente, terminó por saberse quién era la fantasma. Era un hombre del pueblo que por las noches se escapaba de su casa a buscar a su amante, y para que no le reconocieran, se disfrazaba de alma en pena, con unas sábanas por encima y asustaba a todo aquel que se le cruzaba.

Sin embargo, posteriormente a éste suceso, y en épocas muy posteriores, ha habido más casos en que se ha visto a otras “Fastasmas” y la tradición de asustar a los niños desobedientes, diciendo que va a venir, se ha mantenido hasta prácticamente hoy.

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