viernes, 1 de diciembre de 2017

La risa de la virgen Blanca (Toledo)

Durante muchos meses se recordaron en Toledo las fiestas y homenajes por la boda de Beatriz de las Roelas y Don Santiago Galán en 1569. Beatriz era conocida por la nobleza y generosidad de su familia y Santiago era un hidalgo joven que, habiéndose quedado huérfano de muy niño, fue tomado bajo la protección de la casa de Orgaz. Fue la Señora de Orgaz la que puso especial empeño en que ambos jóvenes consistiesen en el casamiento.
Era Beatriz una fiel devota de la Virgen Blanca de la Catedral toledana, cuya imagen sirvió de divino testigo el día que contrajeron matrimonio y fidelidad para siempre. Esta Virgen se encuentra en el centro del coro de la catedral y se venera desde siempre en Toledo bajo el nombre de Nuestra Señora la Blanca.
Los primeros meses de la pareja transcurrieron felices y alegres, alejados de problemas, miserias y penalidades. Una tarde todo cambió repentinamente, cuando Beatriz anunció a su esposo que sería padre, pero al contrario de lo esperado, observó con estupor que la tristeza asomaba a la cara de su amado, pues este mismo día el Señor de Orgaz le había ordenado comandar parte de sus tropas y marchar a la guerra.
Más resignada que comprensiva ante tanto infortunio repentino, le juró que iría cada día que durara su ausencia a postrarse ante la imagen la Virgen Blanca para que le protegiese en el campo de batalla y cuidase de ella y de su futuro hijo hasta su regreso.
Pasaron largos y angustiosos meses. Nació el primogénito con el nombre de su padre. Ocasionalmente llegaban noticias de los combates pero ninguna referencia a Santiago.
Cada tarde Beatriz y su hijo atravesaban los inmensos y solitarios en ocasiones espacios de la Catedral para postrarse delante de su Virgen pidiendo protección para su amado y una señal de que todo iba bien, que volvería sano y serían felices, pero la intensa devoción de la toledana no conseguía arrancar señal divina alguna que le diera las esperanzas que necesitaba para seguir esperando.
Más de un año transcurrió sin noticia alguna de Santiago. Entre los círculos de la corte toledana nadie esperaba ya la vuelta con vida y algunos propusieron incluso celebrar alguna misa de difuntos por el alma del desdichado.
La presunta viuda se negó, aseguraba que su marido se encontraba bajo la protección de la Virgen Blanca y que regresaría. La familia comenzó a preocuparse, temiendo incluso que perdiera la razón, cuando aumentó el número de visitas diarias a la imagen de la Virgen.
Dos y hasta tres veces al día, cruzaba las naves de la Primada, acompañada del pequeño Santiago, para seguir mostrando su devoción.
Aquel 8 de septiembre, festividad de la Virgen Blanca, hacía año y medio que nadie sabía nada de Santiago. Ese día se sentó junto a su hijo en el primero de los bancos, ante la atenta mirada de todos los asistentes que ya la tomaban por loca.
Pero mediada la ceremonia algo ocurrió. La gente se dio cuenta que Doña Beatriz, con la cara iluminada de felicidad, era rodeada de una especie de luz que la destacaba sobre el resto. Cuando los demás asistentes buscaron la fuente de la luz comprobaron cómo la imagen de la Virgen Blanca ladeaba la cabeza y sonreía abiertamente ¡la Virgen se ríe, la Virgen se ríe!, clamaron los más asustados.
En ese momento, un ruido de espuelas sacó de su asombro y curiosidad a los que allí se encontraban y al volver la cabeza vieron a un Santiago Galán casi irreconocible, con una larga barba, ropa raída y signos de haber pasado mucho hambre.

Los esposos se abrazaron en medio de la ceremonia y Santiago conoció allí a su hijo, ante la Virgen que le había protegido durante casi dos años de batallas y cautiverios.

Virgen Blanca en el Coro de la Catedral de Toledo Catedral de Santa Maria. Toledo. Castilla la Mancha. España.

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