viernes, 1 de diciembre de 2017

Mariquita, la pelona (Toledo)

No hubo disgusto mayor en la vida de Juan Lanas, cristiano viejo de Toledo y un tanto bribón, que perder un pleito por unos terrenos y desembolsar una cuantiosa suma de maravedíes. Tal fue la pesadumbre que en pocos días enfermó, quedando ciego.
Juan tenía una hija, llamada Mariquita, doncella honrada y muy trabajadora, de belleza asombrosa, especialmente por una larga cabellera rubia que cuidaba con esmero cada mañana. Día y noche lamentaba el estado en que había quedado su padre, hasta tal punto que un día acudieron hasta un conocido médico árabe para ver si era posible hallar remedio al mal que lo aquejaba.
Tras el reconocimiento, el médico afirmó ser capaz de devolver la vista a su padre, pero los ingredientes necesarios para llevar a cabo la curación debían venir de muy lejos, lo que hacía que el precio por el remedio fuera de 500 maravedíes de oro.
Frecuentaba su casa un buen amigo de la familia, perteneciente al gremio de los escuderos, de nombre Maese Palomo, quien amaba en silencio a Mariquita, pero incapaz de reconocer su amor vivía con la angustia de que, cualquier día, Mariquita daría el sí a otro hombre. Su timidez le impedía confesar sus amores.
Una tarde que se encontraba de visita en casa de la familia, anunció que había muerto una tía del corregidor, y que era preciso encontrar doncellas honradas que quisieran portar el féretro, recibiendo por ello un ducado, y se preguntaba si Mariquita estaría dispuesta. A todos pareció bien la propuesta y nuestra joven se encaminó al lugar indicado para vestir el hábito blanco, la faja y la corona ceñida en su hermosa cabellera.
En la procesión que portaba el cuerpo de la difunta, la mujer del Corregidor se fijó en la espléndida melena de Mariquita, ya que debido a unas fiebres había perdido todo su pelo, quedando totalmente calva. Harta de llevar pañuelos y sombreros, finalizado el acto pidió a su marido que hablara con ella y ofreciera cualquier cantidad de dinero a Mariquita para conseguir su hermoso pelo.
A la mañana siguiente, el Corregidor se acercó hasta la casa de nuestra doncella ofreciendo 100 maravedíes si aceptaba cortarse todo su pelo y ofrecérselo trenzado. Mucho extrañó esto a Mariquita, pues la cantidad ofrecida no era escasa, y seguro que estaría dispuesto a pagar mucho más.
De esta manera, Mariquita fue exigiendo sumas mayores, que el Corregidor aceptaba, alcanzando la cifra que necesitaba para curar a su padre de ¡quinientos maravedíes!
Así pues, con mucho dolor, emplazó al corregidor al día siguiente para recoger su cabellera trenzada, y nada más salir tan importante personaje corrió a coger unas tijeras y comenzó a cortar su pelo…
Una vez hubo finalizado, con lágrimas en los ojos, se acercó a un espejo y con más miedo que otra cosa, posó su mirada en él, apareciendo una imagen desconocida: la suya sin nada de pelo, siendo tan fuerte su dolor que inmediatamente se colocó un pañuelo para cubrir su calvicie, y cogiendo a su padre por el brazo, lo llevó hasta el médico para que iniciara la cura, prometiéndole que a la mañana siguiente tendría su dinero.
Todo salí como debía. El Corregidor pagó el dinero acordado. El médico, tras cobrar la cantidad finalizó el tratamiento y sanó al enfermo, y en pocos días, viendo tan apenada a Mariquita, el maestro escudero, pidió la mano a nuestra doncella, incluso calva, con el consentimiento del padre que veía en Maese Palomo un hombre generoso y de buen corazón.

Cuenta la leyenda que, tantas buenas circunstancias se juntaron que, Mariquita decidió a partir de ese día, y en recuerdo de estos sucesos, se le apodara como Mariquita “la pelona”, porque nunca más dejaría crecer su cabello, símbolo de lo superficial, sino que se dedicaría a buscar la belleza en el interior de las personas.

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